jueves, 29 de septiembre de 2011

Mutuo encanto del esposo y de la esposa


Hermosa eres tú,  oh amiga mía,  como Tirsa;
  De desear,  como Jerusalén;
  Imponente como ejércitos en orden.
Aparta tus ojos de delante de mí,
  Porque ellos me vencieron.
  Tu cabello es como manada de cabras
  Que se recuestan en las laderas de Galaad.
Tus dientes,  como manadas de ovejas que suben del lavadero,
  Todas con crías gemelas,
  Y estéril no hay entre ellas.
Como cachos de granada son tus mejillas
  Detrás de tu velo.
Sesenta son las reinas,  y ochenta las concubinas,
  Y las doncellas sin número;
Mas una es la paloma mía,  la perfecta mía;
  Es la única de su madre,
  La escogida de la que la dio a luz.
  La vieron las doncellas,  y la llamaron bienaventurada;
  Las reinas y las concubinas,  y la alabaron.
¿Quién es ésta que se muestra como el alba,
  Hermosa como la luna,
  Esclarecida como el sol,
  Imponente como ejércitos en orden?
Al huerto de los nogales descendí
  A ver los frutos del valle,
  Y para ver si brotaban las vides,
  Si florecían los granados.
Antes que lo supiera,  mi alma me puso
  Entre los carros de Aminadab.
Vuélvete,  vuélvete,  oh sulamita;
  Vuélvete,  vuélvete,  y te miraremos.
  ¿Qué veréis en la sulamita?
  Algo como la reunión de dos campamentos.

Cantar de los Cantares 6:4 - 13

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