sábado, 2 de julio de 2011

Virginidad: Virtud o Consecuencia

El día de hoy mientras preparaba mi clase de escuela dominical para mañana, leía sobre como el pos modernismo ha relativizado muchos de aquellas verdades y valores que por mucho tiempo permanecieron absolutos y que eran muestra de una vida virtuosa.

Uno de esos valores que se mencionan es el de la virginidad. Se dice actualmente que la virginidad no debe de ser una muestra de que la mujer es virtuosa si no se guarda para el matrimonio, que el valor de una mujer puede medirse en función de otras virtudes (aunque bajo este esquema la virginidad ya no se considera una virtud o valor).

Antes que las chicas me cuestionen, debo mencionar que esta carga se le dejaba a la mujer, es decir, el hombre si podía perder su virginidad antes del matrimonio (entre mas temprana la edad en que lo hacía mejor). Es más, si llegaba virgen al matrimonio era algo vergonzoso. Y esto era aceptado hasta por las mismas mujeres.

Cuando Dios creó el matrimonio allá en el Génesis (hay algunos arrogantes que dicen que fue invención humana) y les dió a Adán y a Eva el mandato de fructificar y multiplicarse, Él esperaba que el hombre y la mujer se mantuvieran fieles el uno al otro, le dio a Adán una mujer como ayuda idónea, es decir, a un hombre le basta una mujer como compañera.

Es decir, el hombre y la mujer, ambos, deben de llegar vírgenes al matrimonio, no porque ese sea nuestro objetivo mayor, sino porque hemos aceptado que la voluntad de Dios es el de tener relaciones sexuales hasta el matrimonio, es decir, lo hacemos por amor a Dios y no por el amor a la virginidad, o por quedar bien con nuestro cónyuge, la sociedad, con nuestra iglesia o cualquier otra persona o motivo externo que podamos tener.

En conclusión, una pareja llega virgen al matrimonio como consecuencia de su obediencia a Dios de no tener relaciones sexuales antes de estar unidos matrimonialmente.

Visto desde esta perspectiva, es vano y hasta ridículo los pactos o juramentos de virginidad que se hacen en algunas congregaciones como un fin en si mismo, lo que debemos hacer es mostrarles a estos jóvenes el camino a Dios y que aprendan a someterse, voluntaria y gozosamente, a su voluntad.

Autor: René Isaías Casulá R.

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